Fácil es morir, difícil es vivir: De cinco en cinco

viernes, 18 de febrero de 2011

De cinco en cinco

El vendedor me lo había advertido. Cuando le pregunté si el carro corría bastante me dijo: "Imagínate cómo corre que pasa los pueblos de cinco en cinco". Yo, de imbécil, me reí. Me pareció gracioso aquel dicho como recurso de venta y termine comprando el carro sin creer por supuesto que aquello que se pasaba los pueblos de cinco en cinco fuera cierto.
Pero un día fui en mi carro hasta Cumaná. Mejor dicho traté de ir en mi carro hasta Cumaná.
Al salir noté que viajaba a una velocidad extraordinaria. De hecho ni siquiera me di cuenta cuando pase por Guarenas, Guatire ni nada, sin darme cuenta ya estaba en Caucagua. Después me vi en Clarines sin visitar pueblos intermedios y allí comencé a recordar las frase del vendedor: "Ese carro se pasa los pueblos de cinco en cinco".
Todavía no podía creerlo, pero las evidencias cada vez se hacían más patentes. Llegué a Guanta sin pasar por Barcelona ni Puerto La Cruz, pero esto no es lo más grave. Lo más grave de todo es que, yendo desde Caracas, Cumaná es la ciudad número treinta y tres de la carretera y ese número no es divisible por cinco, así que desde Playa Colorada llegué a San Antonio del Golfo sin encontrar a Cumaná.
Yo sé que San Antonio del Golfo está más allá de Cumaná, así que en la plaza esa que está rodeada de paredes pintadas de pescadores me devolví. Acelere rumbo a Caracas y me encontré de nuevo con Playa Colorada sin haber visto a Cumaná. Me devolví y ¡otra vez San Antonio del Golfo! desde donde retorne otra vez a Playa Colorada. Allí caí en cuenta de mi tragedia: como a un nuevo Midas, el oro de la velocidad me impedía satisfacer mi necesidad de llegar a Cumaná. Así, pues, saqué un mapa y estudié las diversas vías alternas que me permitirían llenar el cupo de cinco pueblos de distancia. Enfilé hacia Cariaco, bajé hacia Caripe, torcí luego hacia el Este y por fin llegué al pueblo número treinta de mi periplo, la prócera y señora ciudad de Cumaná. Realicé las gestiones que allí debía hacer y dado que la velocidad de mi carro acortaba distancias, enfilé de nuevo hacia Caracas.
Recuerdo que llegué a Guatire e inmediatamente me encontré en San Antonio de los Altos, adonde llegué sin haber visto Caracas por esa condición de mi veloz carro que se pasa los pueblos de cinco en cinco. Aquí estoy en la redoma de San Blas planeando mi itinerario, puede ser que me vaya por Los Teques y enfile hacia la autopista Caracas, Valencia para el retorno, o a lo mejor me voy por San Diego para caerle a Caracas por La Mariposa. Tengo que planificar bien mi acción. Caracas debe quedar justo en un lugar divisible entre cinco, porque si no jamás llegaré hasta allá y quedaré como perdido en nuestra amplia geografía nacional, recorriendo los pueblos de cinco en cinco y llegando a ciudades al azar, así como quien dice ¡al que le caiga le cae!

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