No se puede detener el tiempo
cuando el leve roce de una mejilla
sentimos luces y colores más adentro
del alma y del sentido.
No se puede limitar el espacio infinito
del pensamiento, cuando en cada gesto
aparece renovada la ilusión dormida.
No se puede obviar la diáfana verdad
del sentimiento y la razón, unidos en
cada despertar.
No se puede, en fin, describir
ese instante sublime de tus ojos en
comunión con mi alma,
ni negar la verdad de todo mi ser
vibrando contigo, volviendo a vivir.